Retablo de la Capilla Sacramental

Esta capilla fue antaño de la Hermandad de la Pura y Limpia Concepción fundada por Doña Josefa de Barros y Saavedra en 1680, quien adquirió además el sitio para labrarla y dotarla. Para su construcción se reaprovechó la yesería plateresca existente, que pasaría a configurar la reja de entrada a modo de marco. Doña Josefa de Barros falleció en 1684 y no pudo ver culminada su obra, pero se ocupó de dejar esta manda en su testamento: “que se labrase de buena fábrica… haciéndose su muy buen retablo y dorarlo a toda costa para que se coloque con toda reverencia a la dicha imagen”. 

Así pues se comenzó al poco tiempo su edificación y exorno: Don Manuel Sánchez Durán, alcalde de la Hermandad de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora, concertó el 5 de julio de 1710 con el maestro ensamblador Miguel Franco la realización del retablo, con la actuación del dorador Gregorio Franco. El retablo costó 8.000 reales, incluyendo la talla de una nueva imagen de la Inmaculada “de estatura natural, perfecta en un todo, estofada y encarnada”.

En 1712, en vista de la crítica situación de la corporación de la Pura y Limpia (falta de hermanos y de fondos para sufragar sus cultos), la Hermandad Sacramental se traslada a la capilla de la Inmaculada, siendo esta última la que costeó la reja, las puertas del Sagrario así como parte del dorado del retablo y de ahí en adelante, las funciones religiosas de la Concepción.

La imagen de la Inmaculada es obra anónima, tallada entre 1710 y 1711, atribuida a Pedro Duque Cornejo según unos, o a Miguel Franco, según otros. A Duque Cornejo se atribuye también el relieve central del retablo de la Coronación de la Virgen y los laterales del Nacimiento y Presentación en el tempo, además de la pareja de ángeles de bulto de los extremos.