EUGENIO HERNÁNDEZ MARTÍNEZ

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Ilmo. Sr. D. Eugenio Hernández Martínez, párroco de la Real Parroquia de Señora Santa Ana. Arcipreste de Triana y canónigo penitenciario de la SIC de Sevilla murió el 27 de mayo de 2018, día de la Stma. Trinidad.

Don Eugenio se fue de madrugada, por sorpresa incluso para los que conocíamos la gravedad de su enfermedad y las complicaciones de las últimas horas; pero no esperábamos una muerte tan temprana. Los fieles estaban preocupados. Hacía más de un mes que no lo veíamos por Santa Ana visitando los trabajos de la capilla sacramental y el campanario, departiendo con los cicerones, dándole encargos nuevos a los sacristanes... y lo que es peor, ya no entraba en su despacho para hablar con el bueno de Felipe, hoy inconsolable, y por encima de todo, su ausencia en el altar, donde nunca faltó mientras tuvo fuerzas celebrando la Eucaristía que confiados esperábamos; la que nunca llegó a celebrar.

Hoy lloran su pérdida su familia y sus paisanos de Los Santos de Maimona, sus hermanos sacerdotes, especialmente los que fueron sus discípulos durante los años de Rector del Seminario Metropolitano y los del arciprestazgo de Triana, el Cabildo Catedral del que era Penitencial y responsable del secretariado, los antiguos compañeros  del Colegio Español en Roma donde cursó la licenciatura en Teología Moral, los profesores del Instituto Murillo que tan cerca de él permanecieron durante su enfermedad, el colegio de las Calasancias del que era capellán y sobre todo quienes tuvieron la suerte de ser feligreses suyos en Peñaflor, el Porvenir y los últimos años en Santa Ana. Todos lloramos hoy su ausencia inesperada con el llanto del vacío irremediable que con tanta crueldad hiere últimamente a este lado del río por más que el tiempo se esfuerce en rellenarlo a base de oraciones, agradecimientos y recuerdos.

Su muerte nos ha golpeado como el martillo en el yunque del herrero. Han sido muchos y en poco tiempo los golpes de la muerte en la feligresía. Y muy seguidos. Muchos pensarán que también le tocó vivir acontecimientos memorables y es verdad. Pronto hará un año que la Real Parroquia clausuró la celebración del 750 aniversario de su fundación. Una celebración durante el cual se le diagnosticó la enfermedad que sobrellevó ejemplarmente. Consciente de ella permaneció al pie del altar hasta última hora, sin bajar nunca los brazos ni renunciar a ningún proyecto, escribiendo así con su vida el mejor y más alto jubileo.

Era el día de la Santísima Trinidad cuando don Manuel Azcárate, su amigo de toda la vida, su hermano del alma, haciendo la señal de la cruz sobre su cuerpo muerto, lo bendijo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Se marchó de esta vida marcado con la misma señal con la que fue  recibido en el bautismo que le abrió las puertas de la Iglesia, las puertas de la misericordia divina y de la vida perdurable. La misma señal con la que un día fue consagrado al orden sacerdotal que abrazó en su juventud y que fue la razón de su existencia. La señal con la que fue ungido su cuerpo enfermo con el óleo que lo mantuvo fuerte en el sufrimiento y confiado en el Señor hasta el último aliento. Todo en nuestra vida es providencial. El misterio trinitario transforma los misterios de los hombres, la oscuridad en luz, el vacío en esperanza.

Pescador de hombres, su vida fue un continuo acto de servicio a Dios y a sus hermanos. Vivió sin duda horas amargas de redes vacías y soledad. ¿Qué sacerdote no las ha vivido? Confortado por la Eucaristía y auxiliado por sus devociones, la Virgen de la Estrella y la Señora Santa Ana lo acompañaron siempre. Como oración de despedida, la parroquia convocó de una manera informal un rezo del Rosario y a esa hora, viendo la iglesia llena a rebosar, las puertas abiertas y la gente congregada alrededor del cuerpo de don Eugenio, sin orden ni concierto, sentados o de pie donde hubiera un sitio para rezar o recordar o llorar, abuelas con bastones, niños en brazos de sus madres, como en una Misa de Campaña, pensé encontrarme en una escena más propia del Sermón de la Montaña que de la catedral de Triana. En la luz que se filtraba por la ventana al caer de la tarde me pareció ver un lago y un pastor llegando a puerto con su barca llena de peces.

JOSÉ MARÍA RUBIO RUBIO

Publicado en ABC de Sevilla el 29 de mayo de 2018

 

 

 

 

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